“Me quedé hasta cualquier hora y nadie se da cuenta, porque finalmente todo sale…”
Una frase que de una u otra forma suelen decir líderes en distintas Organizaciones.
Muchas veces, situaciones únicas, requieren de esfuerzos extraordinarios. Un líder comprometido está dispuesto a hacerlos, porque busca resultados, porque no le da lo mismo, porque entiende que la situación lo requiere.
Hasta aquí, no hay problema.
La angustia empieza cuando esto se convierte en moneda corriente, cuando es reiterado y entonces pasa a ser cotidiano.
“De tanto permanecer algunas cosas parecen naturales” escribe Lilian Bodoc en Memorias impuras.
Lo extraordinario entonces deja de serlo, para convertirse en ordinario, en lo común, en lo que debe suceder y pierde su valor.
Tal vez la reiteración termina anestesiando, entonces también anestesia el compromiso, en el mejor de los casos; en otros, el cuerpo empieza a pasar factura, y el rendimiento y la motivación, desaparecen.
Cabe preguntarnos entonces por los límites.
¿Cuánto es posible? ¿Cuánto es sostenible? Y si no hacemos algo con eso ¿no estaremos contribuyendo nosotros mismos a que ese esfuerzo extra se haga cotidiano cuando invisibilizamos el costo de haber podido?
Te propongo pensarlo desde dos posiciones:
Si sos quién “pide” esfuerzos extras de manera recurrente:
Si sos quien da un extra permanentemente y estás al borde del agotamiento: